LA EXPERIENCIA DEL ESTUDIANTE ADULTO RETORNANDO A LA EDUCACIÓN SUPERIOR POSPANDEMIA: UN ANÁLISIS PEDAGÓGICO Y HUMANISTA

 

1 Rigoberto Gutiérrez Albenda, [email protected] M.Sc. en Administración Educativa

M.Sc. en Ciencias de la Educación con énfasis en Docencia.

Código ORCID: https://orcid.org/0009-0002-7767-1614

 

DOI: https://doi.org/10.64183/ya6f1e85

Recibido: Octubre 2024

Aceptado: Enero 2025


 

Resumen. La presente investigación analiza, desde un enfoque pedagógico y crítico, la experiencia del estudiante adulto que retorna a la educación superior tras un periodo prolongado de alejamiento académico, en el contexto pospandemia y bajo modalidades de educación a distancia. Se exploran las características andragógicas de estos aprendices, así como los retos que enfrentan en los planos emocional, tecnológico, institucional y metodológico. A través de una revisión de literatura académica reciente (2020–2024), se argumenta que el diseño de entornos virtuales inclusivos debe fundamentarse en un enfoque de humanismo moderno, centrado en la dignidad del estudiante, su bienestar integral y su autorrealización. Se concluye que la educación superior pospandemia requiere modelos pedagógicos flexibles, éticos y empáticos que reconozcan la diversidad del estudiantado adulto, integrando principios de equidad, personalización del aprendizaje y humanización de la tecnología.

 

Palabras Clave. Educación a distancia, estudiante adulto, educación superior, andragogía, pospandemia, aprendizaje virtual, humanismo moderno, inclusión educativa, retorno a la educación, brecha digital, apoyo institucional, motivación intrínseca, diseño instruccional, ambientes virtuales de aprendizaje, educación humanista.

 

THE EXPERIENCE OF ADULT STUDENTS RETURNING TO HIGHER EDUCATION AFTER THE PANDEMIC: A

PEDAGOGICAL AND HUMANISTIC ANALYSIS

 

1 Rigoberto Gutiérrez Albenda, [email protected]

Recieved: October 2024

Accepted: January 2025


 

Abstract. This research analyzes, from a pedagogical and critical perspective, the experience of adult learners returning to higher education after a long academic interruption, within the post- pandemic context and through distance learning modalities. The study explores the andragogical characteristics of this population and the emotional, technological, institutional, and methodological challenges they face. Based on a review of recent academic literature (2020–2024), the argument is made that inclusive virtual learning environments must be grounded in a framework of modern humanism, emphasizing student dignity, holistic well-being, and self-realization. The study concludes that post-pandemic higher education demands flexible, ethical, and empathetic pedagogical models that acknowledge the diversity of adult learners, incorporating principles of equity, personalized learning, and humanized technology.

 

 

Keyword. Distance education, adult learner, higher education, andragogy, post-pandemic context, online learning, modern humanism, educational inclusion, return to education, digital divide, institutional support, intrinsic motivation, instructional design, virtual learning environments, humanistic education.

 

INTRODUCCIÓN

La pandemia de COVID-19 marcó un punto de inflexión en la educación superior, acelerando la adopción de modalidades de educación a distancia y transformando el perfil de la población estudiantil. En la etapa pospandemia se observa un incremento significativo de estudiantes adultos que retoman sus estudios universitarios después de una larga interrupción académica. Estos aprendices, generalmente mayores de 25 años y con responsabilidades familiares o laborales, encuentran en la educación en línea una oportunidad flexible para actualizar sus competencias y seguir creciendo profesionalmente en un mundo laboral cambiante.

La presente investigación analiza de forma crítica y pedagógica la experiencia de estos estudiantes adultos que regresan a la academia en entornos virtuales, abordando sus características andragógicas y los diversos retos que enfrentan en el ámbito emocional, tecnológico, institucional y metodológico. Asimismo, se explora cómo estos elementos se vinculan con un enfoque de humanismo moderno en la educación, centrado en la dignidad, el desarrollo integral y la humanización de los entornos digitales de aprendizaje. Las reflexiones se sustentan en literatura académica reciente (últimos cuatro años) y concluyen con implicaciones prácticas y teóricas para una educación superior pospandemia más inclusiva y humanista.

 

EL ESTUDIANTE ADULTO EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR POSPANDEMIA

El estudiante adulto que retorna a la educación superior suele definirse, en términos generales, como aquel mayor de 25 años que posee responsabilidades propias de la vida adulta (empleo de tiempo completo, independencia financiera y/o dependientes a cargo). A diferencia del estudiante tradicional, el adulto llega con una trayectoria de vida más extensa: ha acumulado experiencias laborales, familiares y sociales que moldean sus motivaciones y estilos de aprendizaje. Tras la pandemia, la presencia de estos estudiantes denominados no tradicionales se ha intensificado en las aulas (virtuales y presenciales) de las universidades. Por ejemplo, en 2021 aproximadamente un tercio de la matrícula postsecundaria en EE.UU. correspondía a adultos de 25 años o más, y se reporta que “en la estela de la pandemia, los aprendices adultos constituyen una porción más significativa de la población universitaria que nunca antes”. Muchos de ellos retomaron sus estudios impulsados por la necesidad de reconversiones profesionales y actualización de habilidades en un mercado laboral pospandemia en transformación.

El auge de la educación a distancia durante y después de la emergencia sanitaria ha sido un facilitador clave para este retorno de adultos a las aulas. Las modalidades en línea –desde cursos sincrónicos por videoconferencia hasta programas asíncronos flexibles– ofrecen a los estudiantes mayores la posibilidad de compaginar estudios con trabajo y familia.

Diversos estudios indican que los adultos valoran de la educación virtual beneficios como el ahorro de tiempo en traslados, la comodidad de aprender desde casa y el acceso a clases grabadas. De hecho, una investigación con estudiantes universitarios adultos a tiempo parcial en Malta durante la pandemia halló altos niveles de satisfacción con la modalidad en línea, al punto de que la mayoría manifestó desear continuar con opciones virtuales incluso tras reabrir los campus.

Este contexto sugiere que la oferta educativa pospandemia deberá mantener esquemas flexibles (p. ej., modelos híbridos o blended) para atender las necesidades de quienes, de otro modo, difícilmente podrían cursar estudios superiores. Ahora bien, el cambio de entorno presencial a virtual no está exento de dificultades, especialmente para quienes llevan años alejados de las aulas. A continuación, se analizan las implicaciones andragógicas de la formación de adultos y los retos multifacéticos que enfrenta esta población al incorporarse a la educación a distancia.

PRINCIPIOS ANDRAGÓGICOS EN LA FORMACIÓN DE ADULTOS A DISTANCIA

La educación de adultos se fundamenta en la andragogía, entendida como el conjunto de principios y métodos orientados a la enseñanza de aprendices adultos. A diferencia de la pedagogía tradicional (centrada en niños y jóvenes), la andragogía propone un modelo centrado en el aprendiz adulto y sus características particulares. Malcolm Knowles, considerado padre de este enfoque, postuló varias suposiciones clave sobre los aprendices adultos: son autónomos en su autoconcepto y asumen responsabilidad sobre su aprendizaje; aportan un cúmulo valioso de experiencias previas que sirve de base para conectar con nuevos conocimientos; se muestran receptivos para aprender aquello que perciben relevante y aplicable a sus roles laborales y personales inmediatos; su orientación hacia el aprendizaje es práctica y basada en la resolución de problemas más que en la memorización teórica; están principalmente motivados por factores intrínsecos (desarrollo personal, logro de metas) y desean conocer el propósito y utilidad de lo que aprenden. En síntesis, el adulto aprende mejor cuando entiende el porqué del aprendizaje, puede integrarlo a su bagaje vital y participar activamente en su proceso formativo.

Aplicar estos principios andragógicos en entornos virtuales pospandemia es esencial para diseñar experiencias de aprendizaje efectivas para el estudiante adulto. Ho y Lim (2020) señalan que una enseñanza andragógica implica que el docente considere las características de los adultos e integre su experiencia al marco instruccional. Desde esta perspectiva, el rol del profesor evoluciona de ser un transmisor de conocimiento a actuar como facilitador del aprendizaje, propiciando la participación activa, el diálogo horizontal y el aprendizaje entre pares. La investigación reciente confirma que incorporar principios andragógicos en el diseño e implementación de cursos en línea mejora el involucramiento y reduce la deserción de estudiantes adultos. Por ejemplo, es recomendable aprovechar las e-herramientas interactivas (foros de discusión, estudios de caso colaborativos, laboratorios virtuales, etc.) que permitan a los adultos conectar la teoría con problemas reales y compartir sus perspectivas, capitalizando su bagaje de vida. Un curso virtual relevante para adultos debe reconocer la agencia del estudiante, ofreciendo opciones autodirigidas y fomentando que cada quien progrese a su ritmo dentro de ciertos márgenes. De esta manera, la educación a distancia puede alinearse con la naturaleza del aprendiz adulto, facilitando un aprendizaje más significativo. Seguidamente, se abordan los principales desafíos que enfrentan estos estudiantes en su regreso a la academia, los cuales requieren respuestas pedagógicas sensibles y humanistas.

 

RETOS EMOCIONALES Y PSICOLÓGICOS DEL ESTUDIANTE ADULTO QUE REGRESA

Volver a la educación superior después de años de ausencia conlleva para el adulto una serie de retos emocionales importantes. La transición de los roles familiares/ profesionales al rol de estudiante puede generar sensaciones de ansiedad, inseguridad e incluso desorientación. Muchos adultos experimentan el llamado síndrome del impostor, es decir, dudas sobre su capacidad académica y el temor de “no pertenecer” al entorno universitario tras una larga pausa educativa. Este fenómeno suele ir acompañado de autoexigencia elevada y miedo al fracaso, que pueden minar la confianza del alumno maduro en sus propias habilidades. Estudios recientes han constatado que los estudiantes pos tradicionales reportan niveles significativamente más altos de estrés, ansiedad y depresión en comparación con los jóvenes universitarios tradicionales. Las múltiples cargas que los adultos llevan a cuestas –responsabilidades familiares, trabajo, deudas, etc.– añaden capas de preocupación que inciden en su bienestar psicológico durante la trayectoria académica.

La falta de pertenencia o aislamiento social es otro desafío común. Los adultos suelen percibirse a mismos “diferentes” de sus compañeros más jóvenes; pueden tener dificultades para integrarse en grupos de estudio o participar en la vida estudiantil tradicional debido a diferencias generacionales. Esta brecha se acentúa en modalidades en línea, donde la interacción puede ser más fría o limitada. Efectivamente, la educación a distancia, si no está bien mediada, conlleva el riesgo de aumentar la sensación de soledad del estudiante adulto. Sin los encuentros cara a cara regulares, resulta más difícil forjar conexiones cercanas con docentes y colegas, lo cual puede reducir la motivación y el compromiso.

La situación vivida durante la pandemia agravó este aislamiento: muchos adultos debieron estudiar en casa mientras atendían las necesidades de hijos y otros familiares, sin el respiro que suponía salir al campus. Como han señalado Winfield y colegas (2023), la combinación de obligaciones familiares y laborales con las demandas académicas puede llevar al agotamiento emocional (burnout) en los alumnos adultos, particularmente en el caso de las mujeres que intentan equilibrar estudios en línea con el cuidado de hijos. El cierre de guarderías y escuelas durante la crisis sanitaria tensionó aún más esta situación, generando frustración y sentimientos de sobrecarga.

Adicionalmente, algunos adultos cargan con experiencias escolares previas negativas (por ejemplo, haber abandonado estudios en la juventud) que les dejan secuelas de vergüenza o temor. Retornar al aula puede reactivar esas emociones: hay quienes temen ser juzgados por su edad o por haber “fallado” antes. Este peso emocional puede manifestarse en retraimiento en clase, evitación de pedir ayuda o extrema aversión a los errores. En suma, el estudiante adulto afronta una dimensión afectiva compleja, donde la salud mental juega un papel fundamental en su éxito académico.

Las instituciones de educación superior deben, por tanto, reconocer estos retos emocionales y desarrollar estrategias de apoyo. Esto incluye brindar servicios de consejería psicológica adaptados a horarios no convencionales, fomentar comunidades de pares de similar edad para dar contención, y capacitar a los docentes en prácticas de empatía y validación hacia los alumnos adultos (escuchar sus preocupaciones, reconocer sus logros, flexibilizar ante crisis personales). Un enfoque humanista en la educación requerirá poner el cuidado del estudiante en el centro, entendiendo que el bienestar emocional es condición necesaria para el aprendizaje significativo.

 

RETOS TECNOLÓGICOS Y BRECHA DIGITAL

El dominio de las tecnologías educativas constituye otro obstáculo importante para muchos estudiantes adultos que regresan vía programas a distancia. A pesar de que la generación de adultos actuales convive cotidianamente con herramientas digitales, existe en parte de esta población una brecha de habilidades tecnológicas en comparación con los nativos digitales más jóvenes. La rápida transición a plataformas de aprendizaje en línea durante la pandemia significó para algunos adultos tener que familiarizarse con entornos virtuales desconocidos (sistemas de gestión del aprendizaje, videoconferencias, foros, repositorios en la nube, etc.) en tiempo récord y sin preparación previa. Investigaciones han mostrado que muchos alumnos adultos se sienten rezagados tecnológicamente frente a sus compañeros de menor edad, lo cual puede afectar su autoconfianza y desempeño.

El manejo del entorno virtual de aprendizaje suele sumarse a la carga cognitiva: no solo deben aprender nuevos contenidos académicos, sino simultáneamente aprender a navegar la plataforma, subir tareas en formato digital, resolver problemas técnicos, etc. Este doble desafío puede generar ansiedad y frustración, en especial cuando falta asistencia técnica adecuada. Efectivamente, bajos niveles de autoeficacia computacional (es decir, poca confianza en la capacidad para usar computadoras) y la ausencia de recursos de orientación inicial se asocian con mayores tasas de deserción en cursos en línea para adultos.

La brecha digital no es solo generacional sino también socioeconómica. Muchos estudiantes adultos provienen de contextos laborales o comunitarios donde el acceso a dispositivos modernos o a internet de alta velocidad es limitado. Durante la pandemia se evidenció que algunos adultos debían seguir las clases usando teléfonos celulares o conexiones inestables, lo que dificultaba su participación plena. Si bien la infraestructura tecnológica global ha mejorado, persisten desigualdades en la disponibilidad de equipos adecuados, espacios de estudio con privacidad, y alfabetización digital. Un porcentaje de alumnos adultos, especialmente en zonas rurales o en países en desarrollo, enfrentan problemas básicos de conectividad que complican su continuidad educativa.

Superar estos retos tecnológicos exige acciones deliberadas tanto de las instituciones como de los diseñadores instruccionales. En primer lugar, es crucial ofrecer inducciones y capacitaciones tecnológicas específicas para estudiantes adultos al inicio de los programas en línea. Talleres introductorios sobre el uso del campus virtual, simulacros de actividades en línea y tutoriales prácticos pueden disminuir la ansiedad inicial. Igualmente, disponer de soporte técnico accesible 24/7 (o al menos en horarios extendidos fuera de la jornada laboral) resulta vital, dado que muchos adultos estudian de noche o fines de semana. Desde el punto de vista del diseño, se recomienda que las plataformas educativas sean lo más intuitivas y amigables posible para usuarios novatos, evitando complejidades innecesarias.

La carga cognitiva tecnológica debe minimizarse para que el estudiante pueda concentrarse en aprender el contenido disciplinar. Adicionalmente, adoptar principios de “diseño universal” beneficia a los adultos: materiales en formatos alternativos, navegación sencilla, y consideraciones de accesibilidad (textos claros, transcripciones de videos, etc.) ayudarán también a aquellos con poca familiaridad digital. Finalmente, en un marco humanista, es importante cultivar en los adultos una actitud positiva hacia la tecnología, presentándola no como una barrera amenazante sino como una herramienta que pueden dominar progresivamente. Algunos programas incorporan actividades de “alfabetización digital” tempranas, donde los adultos pueden practicar en un entorno seguro y colaborativo, construyendo su confianza. Estas medidas, unidas a la flexibilidad que ya ofrece la educación virtual, contribuirán a cerrar la brecha tecnológica y empoderar al estudiante adulto en la sociedad digital contemporánea.

RETOS INSTITUCIONALES Y NECESIDAD DE APOYO INTEGRAL

Desde el punto de vista institucional, las universidades y centros de educación superior enfrentan el desafío de adaptar sus políticas, servicios y cultura para acoger exitosamente al creciente contingente de estudiantes adultos en la era pospandemia. Históricamente, muchas instituciones han estado orientadas principalmente al estudiante tradicional de tiempo completo, de 18 a 24 años, que vive en campus o dispone de tiempo diurno para actividades académicas. Sin embargo, el perfil del estudiante adulto es muy distinto: suele ser estudiante de tiempo parcial, con empleo y familia, que asiste virtualmente o en horarios nocturnos. Esta realidad exige repensar las estructuras institucionales bajo una óptica de educación inclusiva y humanista, donde la diversidad etaria y situacional del alumnado sea reconocida.

Uno de los retos institucionales más evidentes es la provisión de servicios de apoyo adecuados. Por ejemplo, los adultos difícilmente pueden aprovechar servicios típicos en horario de oficina (asesorías académicas, tutorías presenciales, atención psicológica, actividades extracurriculares) debido a sus propias obligaciones. Si un estudiante de 35 años trabaja de 9 a 6 y luego atiende a su familia, probablemente solo pueda estudiar y requerir soporte en horarios no convencionales (tarde-noche o fines de semana). Las instituciones deben responder con flexibilidad horaria en sus servicios: atención administrativa y de consejería en línea fuera del horario tradicional, bibliotecas virtuales 24/7, tutorías programadas en fines de semana, etc. De igual modo, es crucial facilitar trámites y gestiones en modalidad virtual (inscripciones, pagos, solicitudes) para evitar que el estudiante adulto deba desplazarse o perder tiempo laboral.

La infraestructura de apoyo estudiantil pospandemia también debe considerar la provisión de ayudas muy prácticas. Muchos adultos enfrentan barreras de logística cotidiana: cuidado de niños, transporte, alimentación, entre otros. Algunas instituciones han empezado a tejer alianzas con organizaciones comunitarias para ofrecer servicios integrales conocidos como wraparound services. Williams (2023) destaca que conectar a los estudiantes adultos con redes locales de apoyo –por ejemplo, guarderías asequibles, bancos de alimentos, o subsidios de transporte público– puede marcar la diferencia entre el abandono y la persistencia académica. Desde una visión humanista, la universidad extiende su preocupación más allá del aula, entendiendo que las necesidades humanas básicas (seguridad económica, salud, sustento) impactan directamente en el rendimiento y la permanencia del alumno.

Otro aspecto institucional relevante es la política académica y de reconocimiento de aprendizajes. Muchos adultos aportan conocimientos y competencias adquiridas por vías no formales (experiencia laboral, cursos cortos, autoaprendizaje). Un enfoque moderno aboga por mecanismos de reconocimiento de aprendizajes previos (RAP) o acreditación de experiencia, de modo que el estudiante adulto pueda avanzar más rápido en su titulación sin redundar en contenidos que ya domina. Esto refleja un principio humanista de valorar la trayectoria única de cada persona. Algunas universidades han implementado exámenes de competencia, portafolios profesionales o convenios de certificación laboral para convalidar créditos académicos, lo que motiva al adulto y reduce su carga de cursos. Asimismo, flexibilizar los regímenes de estudio (permitir pausas y reingresos, estudiar a tiempo parcial sin penalizaciones, extender límites para concluir estudios) es vital. Las trayectorias de los adultos suelen ser no lineales debido a responsabilidades que pueden obligarlos a detener temporalmente sus estudios; las instituciones deben facilitar su reenganche posterior sin trámites engorrosos ni pérdida de avances.

Por último, cabe mencionar la importancia de fomentar una cultura institucional de respeto y apoyo hacia el estudiante adulto. Esto implica sensibilizar a la comunidad universitaria (profesores, personal administrativo e incluso estudiantes jóvenes) sobre el valor que los adultos traen al aula. Sus perspectivas enriquecen la discusión y aportan diversidad de pensamiento. Programas de mentoría entre pares, redes de estudiantes adultos o espacios de socialización específicos pueden ayudar a que este colectivo se sienta integrado y escuchado dentro de la universidad. En suma, el reto institucional en la pospandemia es transitar de un modelo uniformizador a uno personalizado y centrado en la persona, donde la misión formativa incluya brindar las condiciones para que cada estudiante – independientemente de su edad o contexto pueda lograr su pleno desarrollo académico y humano.

 

RETOS METODOLÓGICOS EN LA ENSEÑANZA EN LÍNEA DE ADULTOS

En estrecha relación con lo anterior, se encuentran los retos metodológicos que deben afrontar los docentes y diseñadores curriculares al impartir programas a distancia dirigidos (o abiertos) a estudiantes adultos. La pandemia obligó a muchos educadores a migrar precipitadamente a la virtualidad, frecuentemente reproduciendo en línea metodologías pensadas para la presencialidad tradicional. Sin embargo, la enseñanza en entornos digitales requiere estrategias didácticas específicas y, tratándose de aprendices adultos, demanda aún mayores adaptaciones. Un primer desafío metodológico es mantener la participación y el compromiso de los estudiantes a lo largo del curso en línea. La educación virtual peca de flexible pero también de anónima; si la metodología es demasiado pasiva (ej. clases expositivas unidireccionales por videoconferencia sin interacción), el adulto puede desconectarse fácilmente debido a su limitado tiempo y múltiples distractores en casa.

Investigaciones previas advierten que la falta de interacción significativa en cursos en línea puede mermar la motivación de los adultos e incrementar el riesgo de abandono. Por ello, es crucial adoptar metodologías activas y colaborativas: aprendizaje basado en proyectos, debates en foros, estudio de casos reales aportados por los propios estudiantes, aprendizaje servicio, entre otros. Estas metodologías no solo incrementan el interés, sino que aprovechan la mencionada riqueza experiencial del adulto, dándole un rol protagonista.

Otro aspecto metodológico es la personalización y flexibilidad pedagógica. Los estudiantes adultos presentan una heterogeneidad mayor en estilos de aprendizaje, ritmos y necesidades. Un enfoque único e inflexible podría dejar a muchos atrás. Así, se recomienda que en la medida de lo posible los cursos en línea ofrezcan rutas de aprendizaje personalizables o al menos ciertos márgenes para que el estudiante elija actividades o secuencias según su contexto. Por ejemplo, brindar opciones de distintos formatos (video, lectura, audio) para aprender un concepto, o fechas límite con ventana amplia para acomodar imprevistos laborales/ familiares del alumno. La evaluación también debe adaptarse: evaluaciones más formativas, proyectos aplicados al entorno laboral del estudiante, y menos exámenes cronometrados rígidos, pueden resultar más efectivos para evidenciar el aprendizaje real en adultos. De igual modo, la retroalimentación del docente ha de ser ágil, constructiva y orientadora, reconociendo los logros individuales y sugiriendo mejoras sin generar sentimientos de incompetencia.

La formación docente continúa es indispensable para superar estos retos metodológicos. Muchos profesores no fueron formados en la enseñanza andragógica ni en pedagogía digital, por lo que requieren desarrollo profesional en estas áreas. Programas de capacitación en diseño instruccional para entornos virtuales, en el uso de herramientas interactivas y en pedagogías centradas en el estudiante resultan ahora estratégicos. Un docente sensibilizado sobre las circunstancias del estudiante adulto y equipado con técnicas innovadoras (por ejemplo, microaprendizaje, simulaciones virtuales, tutoría entre pares, etc.) podrá crear un ambiente más inclusivo. En este sentido, Fiorini et al. (2022) recomiendan que tras la experiencia de emergencia remota se adopte un enfoque blended que combine lo mejor de lo virtual y lo presencial, brindando apoyo adicional a quienes encuentran dificultades en seguir clases únicamente desde casa. La modalidad híbrida, cuando es factible, permite compensar la falta de interacción cara a cara mediante encuentros presenciales esporádicos para actividades prácticas o de integración social, lo que ha demostrado beneficiar especialmente a los adultos que valoran la convivencia real pero no pueden asistir diariamente. En síntesis, el reto metodológico exige innovación pedagógica con un fundamento claro en la andragogía: metodologías participativas, flexibles, relevantes y humanizantes que reconozcan al adulto como sujeto activo de su aprendizaje.

 

ENFOQUE HUMANISTA MODERNO EN LA EDUCACIÓN DE ADULTOS POSPANDEMIA

Todos los elementos analizados –la atención a las necesidades andragógicas, el soporte emocional, la reducción de brechas tecnológicas, la adaptación institucional y la innovación metodológica– convergen en la idea de humanizar la educación en la era digital. Hablar de humanismo moderno en la educación implica rescatar los principios clásicos del humanismo (centrar la educación en el ser humano, su dignidad, libertad y desarrollo integral) y aplicarlos al contexto contemporáneo marcado por la tecnología y la virtualidad. Existe cierta preocupación en la literatura acerca de que la proliferación de la educación virtual pueda conducir a prácticas deshumanizantes –por ejemplo, formación meramente utilitaria o transmisiva, sin contacto humano auténtico.

Sin embargo, diversos autores sostienen que es posible y necesario lograr una educación humanista mediada por tecnología, siempre que esta se ponga al servicio de fines humanizadores y no al revés. El concepto de humanismo tecnológico (Sosa & López, 2020) justamente propone ubicar al ser humano en el centro de los entornos tecnológicos, orientando la ciencia y la innovación educativa hacia el bienestar humano colectivo por encima de la mera eficiencia técnica.

En la práctica, un enfoque humanista moderno en la educación superior pospandemia implicaría varias acciones concretas. Primero, reivindicar el encuentro humano incluso en entornos virtuales. Como plantea López Calva (2020), “no hay posibilidades de educar si no se dan encuentros significativos... entre educadores y educandos”. Aunque la interacción física se vea reducida en la educación a distancia, es fundamental cultivar la presencia socioemocional del docente y los estudiantes mediante estrategias intencionadas: videoconferencias sincrónicas con diálogo abierto, foros donde se compartan experiencias personales, retroalimentación empática por parte del profesor, y creación de comunidades virtuales de aprendizaje donde cada miembro se sienta reconocido y valorado. La teoría de la “presencia docente, cognitiva y social” en entornos virtuales subraya la importancia de humanizar la experiencia en línea para evitar que el estudiante se convierta en un receptor aislado de información. Esto conecta con el principio humanista de ver al educando como un sujeto relacional, que aprende en comunidad y necesita sentido de pertenencia.

Segundo, el humanismo moderno aboga por una educación integral, es decir, atender no solo la transmisión de contenidos académicos sino la formación en valores, emociones, actitudes y competencias para la vida. En el caso de los adultos que retornan a estudiar, una educación integral significa reconocerlos en su totalidad: como profesionales, padres/ madres, ciudadanos, personas con historia. Un currículo humanista buscará integrar aspectos de desarrollo personal en los programas, por ejemplo mediante reflexiones éticas, espacios para el autoconocimiento, fomento de la autorrealización y actualización de proyecto de vida de estos estudiantes. La meta última de la educación no debe reducirse a obtener un título, sino a contribuir a que el individuo crezca en todas sus dimensiones. Esto se alinea con la filosofía humanista clásica (Maslow, Rogers), que concibe la educación como vía hacia la plena realización del potencial humano.

De hecho, se ha observado que la propia motivación del aprendiz adulto suele ser intrínseca y relacionada con metas de crecimiento personal, lo cual encaja naturalmente con un enfoque humanista. En palabras de Imed Bouchrika (2025), la filosofía educativa humanista está anclada en la premisa de que la educación promete a los aprendices crecimiento personal y desarrollo como resultado del aprendizaje, y esto ha sido un pilar para que la educación de adultos sea reconocida como campo diferenciado. Las teorías modernas de aprendizaje adulto –andragogía, autoaprendizaje, aprendizaje transformativo– se inscriben dentro de esta tradición humanista al enfatizar la autonomía, la experiencia subjetiva y la transformación de la persona a través del aprendizaje.

Finalmente, un humanismo educativo contemporáneo implica una perspectiva ética y de equidad en las decisiones pedagógicas y tecnológicas. La pandemia evidenció profundas desigualdades; un proyecto humanista buscará democratizar el acceso y asegurar que ningún estudiante quede atrás por razones sociales, económicas, de género, edad o etnia. Esto abarca desde garantizar adaptaciones para estudiantes con discapacidad (recordemos que alrededor del 19% de los alumnos universitarios se identifican con alguna discapacidad, muchos de ellos adultos que no siempre reciben las acomodaciones necesarias) hasta promover una cultura de inclusión y respeto a la diversidad en las aulas.

El humanismo moderno rechaza visiones meramente utilitaristas de la educación (formar “mano de obra” estándar) y en cambio propugna formar ciudadanos críticos, empáticos y comprometidos con el bien común. En el caso de estudiantes adultos, muchos retornan a la universidad con motivaciones cívicas o de autorealización además de las profesionales; incorporar sus preocupaciones y experiencias en el diálogo educativo enriquece la formación de todos. En resumen, vincular la educación a distancia pospandemia con el humanismo moderno implica humanizar la tecnología, personalizar la enseñanza y dignificar al estudiante como centro del proceso, en sintonía con una visión donde el desarrollo humano integral es el objetivo primordial de la educación.

 

CONCLUSIONES

La incorporación creciente de estudiantes adultos que regresan a la educación superior en la etapa pospandemia ofrece tanto oportunidades como desafíos para los sistemas educativos contemporáneos. Por un lado, estos aprendices aportan diversidad de perspectivas, gran motivación intrínseca y riqueza de experiencias que pueden potenciar el ambiente de aprendizaje para todos. Las modalidades de educación a distancia, ampliamente adoptadas tras la pandemia, han abierto las puertas de la academia a  muchos adultos que antes no podían cursar estudios por limitaciones de tiempo, espacio o responsabilidades.

Sin embargo, su experiencia educativa está mediada por retos particulares que es indispensable reconocer y abordar: en el plano andragógico, requieren enfoques pedagógicos diferenciados que aprovechen su autonomía y bagaje; en el plano emocional, precisan apoyo para superar ansiedades, cargas de estrés y sentimientos de desconexión; en el aspecto tecnológico, demandan capacitación y accesibilidad para sortear la brecha digital; en lo institucional, necesitan que la universidad flexibilice sus estructuras y brinde apoyos integrales adaptados a sus circunstancias; y en el aspecto metodológico, se beneficia de estrategias de enseñanza activas, pertinentes y personalizadas que los involucren significativamente en entornos en línea.

La respuesta a estos desafíos tiene que enmarcarse en un humanismo educativo renovado, donde la tecnología y la innovación estén al servicio del desarrollo humano. Esto significa poner en el centro a la persona que aprende –con su dignidad, sus sueños, sus temores y potencialidades y diseñar la educación en función de ella. Un enfoque humanista moderno en la educación superior pospandemia implicará humanizar los ambientes virtuales, promoviendo la presencia, la empatía y la comunidad aun cuando se interactúa a través de pantallas.

Implicará también luchar contra la despersonalización, evitando que el estudiante adulto se sienta un número más, y más bien haciéndolo sentir protagonista activo de su proceso formativo. Las instituciones deben asumir un compromiso ético con la equidad y la inclusión de este grupo estudiantil, reconociendo su aporte y acomodando sus necesidades sin prejuicios ni estereotipos.

En conclusión, el retorno del estudiante adulto a la universidad en la era pospandémica nos desafía a reconfigurar la educación superior con miras a una mayor flexibilidad, empatía e innovación pedagógica. Atender a estos alumnos con estrategias informadas por la andragogía y el humanismo no solo mejorará sus resultados y bienestar, sino que enriquecerá la experiencia educativa de toda la comunidad académica. En palabras de Paulo Freire, “enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción”; en este espíritu, debemos crear posibilidades reales para que los estudiantes adultos (y todos los estudiantes) construyan su aprendizaje de manera significativa, sintiéndose acompañados y valorados. Solo así la educación superior postpandemia estará a la altura de su misión humanizadora en el siglo XXI.

 

1.                CITAS    Y    REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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López Calva, J. M. (2020, 31 de marzo). ¿Educación humanista a distancia? Lado B. https://www. ladobe.com.mx/2020/03/educacion-humanista-a- distancia/

Sosa Rocha, T. E., & López Paniagua, R. (2020). Humanismo tecnológico y ambientes virtuales de aprendizaje. Ethos Educativo, 55(enero-junio), 69–90.

Williams, K. (2023, 3 de octubre). The Adult Learner in a Post-COVID World. The EvoLLLution. https://evolllution.com/revenue-streams/ extending-lifelong-learning/the-adult-learner-in- a-post-covid-world/

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